RED PERIODISTICA
El domingo, día diferente para los bogotanos
Para muchos de nosotros, el día domingo es el día más esperado de toda la semana; unos porque pueden compartir más tiempo en familia, otros por el simple hecho de tomar un descanso o en últimas, quedarse en casa durante el día sin hacer mayor cosa. Si bien el domingo se hace un día bastante atractivo para hacer diferentes planes, no podemos olvidar la noche inmediatamente anterior, donde muchos el sábado en la noche salen a tomarse “unos traguitos” con amigos, pareja o familia, plan cine, plan comer, entre otros, lo que provoca que el domingo no sea muy apropiado para hacer un plan diferente, por ejemplo, salir a montar bicicleta, en la conocida ciclovía.
El día de ayer después de mucho tiempo decidí hacer realidad un proyecto, que como muchos de nosotros tenemos en la vida, comprar una bicicleta, sí, puede sonar, irónico, irrisorio, pero es algo que había postergado por mucho tiempo. Me dirigí a una de las zonas más populares en ventas de bicicletas en Bogotá, el sector del siete de agosto. Después de evaluar varias posibilidades para adquirir una de ellas, me decidí por una que contaba con las características que esperaba, ligera, precio medio, pero lo más importante que me gustaba sobre las demás. Después de un tiempo que arreglaran y armaran de acuerdo a las especificaciones que había indicado, por fin la tenía conmigo, ya no era un sueño, era realidad.
Claro, la idea era darle el uso lo más pronto posible, no dejarla tirada como solemos hacer con muchas cosas de nuestra vida cotidiana; nos gusta de momento y al poco tiempo ya no nos gusta de la misma manera que lo hicimos inicialmente. Por ello decidí decirles a unos amigos que fuéramos a uno de los famosos planes que tenemos en la ciudad de Bogotá para fortuna de los bogotanos los domingos, la ciclovía. Desde la noche anterior, uno se mentaliza para el día siguiente: cero tragos, nada de salidas que puedan comprometer el plan que se ha hecho con el fin de compartir y poder recorrer la ciudad y así fue. La noche a eso de las 10:30pm ya estaba descansando, únicamente mentalizado en el próximo día.
Así fue, ya se escuchaban los cantos de los pájaros que indicaban que ya era la mañana. Con gran emoción a eso de las 7 me levante con la mentalidad de ir a la ciclovía con mis amigos, me arregle y nos encontramos con el fin de pasar un momento agradable; el clima era fresco, pero se veía como el sol tímidamente se asomaba en el cielo capitalino. Llegamos a la ciclovía y se veían muchas familias, los niños sin duda alguna eran los más alegres; alegría que nosotros los más grandes deberíamos tener en cada momento que pasamos con los que más queremos. Adultos mayores caminando en su mayoría, padres empujando a sus hijos en las ciclas, uno que otra persona con aspecto bastante dudoso, aunque no puedo afirmar que sean “amigos de lo ajeno”, varias personas trotando y otros usando patines, son las diferentes formas para disfrutar el día.
Con ese panorama arrancaba nuestro recorrido, a medida que avanzábamos el sol se iba poniendo más fuerte al punto que fue necesario hacer varias paradas para tomar hidratación. Primero tomamos una ruta con destino al norte de la ciudad donde mientras avanzaban los minutos, se veía que los bogotanos empezaban a poblar los recorridos que ofrece la ciclovía y más que el sol no era una posibilidad, ya era realidad. El decorado del recorrido no cambiaba, perros al lado de sus amos, niños con sus bicicletas y una sonrisa de oreja a oreja, adultos mayores, padres de familia, varios trotando o caminando, los de patines y obviamente los que íbamos en cicla. Mi felicidad era total, día perfecto, buena compañía, buen clima y un excelente recorrido.
Ya era casi el medio día y el sol era cada vez más fuerte lo que hacía que mucha gente usará la gorra o cachucha, el sombrero o la sombrilla, como buenos cachacos que somos no podemos dejar las buenas costumbres ni en la ciclovía. El recorrido por el norte de la ciudad terminaba y ahora nos dirigíamos hacia el centro de la ciudad; la carrera 7 era la ruta elegida, en este sector la afluencia de personas era menor, quizás la hora, quizás el sector es algo peligroso por ser el centro de la ciudad o por qué ya casi era la hora de terminar la ciclovía y sí que lo era. Después de realizar el recorrido por más de 4 horas ya el cuerpo sentía el cansancio, pero no importaba, la felicidad era mucho mayor de haber recorrido la ciclovía después de mucho tiempo de no hacerlo; los calambres y el sol no eran un impedimento para culminar el recorrido.
El último recorrido del día sería por toda la calle 26, antes de regresar de una mañana – tarde bastante productiva. Eran casi las 2 de la tarde hora de cierre de la ciclovía y en el recorrido ya no se veían las mismas personas de la mañana, ya era un grupo bastante reducido y las nubes se oscurecían con ganas de lluvia. Finalmente llegué a casa adolorido del recorrido, pero con la felicidad de haber hecho algo diferente a lo que normalmente hago los domingos, ver fútbol, comer y dormir, salir a cine o finalmente no hacer nada. La ciclovía debería ser un plan que las familias bogotanas realicen más a menudo, es algo como decimos en el argot popular y como nos gusta “al gratin”. Esta es una de las iniciativas que tiene el Distrito, que, si bien es una tradición, muchas veces se deja de lado por otro tipo de actividades y si pedimos que se generen otros espacios como estos, cuando muchas veces ni siquiera usamos los que se tienen.
Por mi parte, termine un día muy feliz de haber hecho una actividad que no realizo a menudo y de la cual soy consciente que debo realizar más seguido e invitar a los míos a hacerla. Mientras escribo estas líneas me duele el cuerpo, pero con la tranquilidad absoluta de recorrer la ciclovía, una ciclovía que es de todos, no de unos pocos.
FRANKIN ORTIZ ACOSTA